viernes, 14 de diciembre de 2007

Frente al guardian de los silencios ajenos



C
olgando bocarriba, los ecos me miraban los pies y por el pudor que me inculcó mi madre, los intenté cubrir con retazos de mis sombras. Empujé los libros hacia otro lado, y del hueco que cubrían, saltó el guardia de los silencios ajenos, vistiendo sus pedazos de noche como un traje de gala, y me exigió mi tarjeta de identificación.
“I’m sorry, sir” me disculpé, “I seem to have forgotten it.
”Oh, you have?” contestó el personaje y de su bolsillo universal, haló un cordón umbilical que pude empatar con el que mi madre me obsequió en su noveno mes y que los hombres en blanco me arrebataron como si estuviese en su poder decidir cuándo se deben acabar las relaciones filiales.
“You had no right to her womb, mister” es lo único que se me ocurrió decir y el caballero abre sus fauces y me enseña sus dientes-colmillos-también-garras y supongo que está sonriendo. Del otro bolsillo, saca una tijera y la acerca al cordón.
“The right to be is Man’s right” dijo, y sabía que intentaba descarrilarme, enojarme, quería que perdiera mi cordura, mi costura, y tal vez mi postura.
Apreté los puños. Acarició el cordón con el filo de la tijera.
“The World is yours” le prometí, porque lo sabía cierto. Si algo me enseñó mi madre fue que el mundo era del guardián de los silencios ajenos y de sus súbditos y que por más que peleáramos, la estirpe vaginal, jamás adquiriríamos más.
“It is, little lady, it is. D’you want a ring?” inquirió y me mostró un anillo coronado por un diamante negro, diamante sesgo y ante el brillo y la tentación, di media vuelta, y descendí las escaleras hacia el tranvía, descalza, aún escondiendo los pies debajo de lo vestigios que quedan de mis sombras.

Norelis Angélica

1 comentario:

Diego A. dijo...

Hola Norelis, leí parte de tu blog y la verdad que tambien me gusto mucho.
Gracias por invitarme y gracias por leer mis articulos tambien, espero que sigamos en contacto.

Ate.
Diego A.