jueves, 27 de diciembre de 2007
excusas
he estado medio ausente, por eso de pasajes a nueva york que se materializan desde la nada, para llevarla a una, de sorpresa, a los brazos de viejas amistades que han mudado sus pieles trópicales para vestir pieles y cueros de frío. temo que mi sangre se haya coagulado con pequeños bloquecitos de hielo y en vez de felij navidá esté deseando merry x-mas.
pero todo, he vuelto y pronto estaré publicando nuevamente...
norelis angélica
lunes, 17 de diciembre de 2007
fusión
Limite de crédito
Entre letras en plástico,
el roce disimula
mi nombre con pasos largos.
Delátese lejos la mano
tocándose la etiqueta herida.
Tiemble tacón. Digan,
si registrar un digito mas es demasiado,
si entre dedos cortos se marcará,
una costosa guarida de imperfecciones.
Los bolsos a la mano
donde nada es suficiente
recibo. En este ruedo,
el desastre con su tijera
viene a ajustarme.
Fuese mejor remedio
si al huir de los pasillos
latiera el descanso
de tenerlo todo.
Quiera desvestirme según
el balance avance.
Este es mi número secreto.
Cargo con la cuenta,
escondida de todos,
pero a la mano de tantos
que insinúan,
la caída de esta tela en su suelo.
Mientras tanto,
adquirir cuanto quiera,
aunque digan
me quedo muy corta.
viernes, 14 de diciembre de 2007
Frente al guardian de los silencios ajenos
Colgando bocarriba, los ecos me miraban los pies y por el pudor que me inculcó mi madre, los intenté cubrir con retazos de mis sombras. Empujé los libros hacia otro lado, y
“I’m sorry, sir” me disculpé, “I seem to have forgotten it.
”Oh, you have?” contestó el personaje y de su bolsillo universal, haló un cordón umbilical que pude empatar con el que mi madre me obsequió en su noveno mes y que los hombres en blanco me arrebataron como si estuviese en su poder decidir cuándo se deben acabar las relaciones filiales.
“You had no right to her womb, mister” es lo único que se me ocurrió decir y el caballero abre sus fauces y me enseña sus dientes-colmillos-también-garras y supongo que está sonriendo. Del otro bolsillo, saca una tijera y la acerca al cordón.
“The right to be is Man’s right” dijo, y sabía que intentaba descarrilarme, enojarme, quería que perdiera mi cordura, mi costura, y tal vez mi postura.
Apreté los puños. Acarició el cordón con el filo de la tijera.
“The World is yours” le prometí, porque lo sabía cierto. Si algo me enseñó mi madre fue que el mundo era del guardián de los silencios ajenos y de sus súbditos y que por más que peleáramos, la estirpe vaginal, jamás adquiriríamos más.
“It is, little lady, it is. D’you want a ring?” inquirió y me mostró un anillo coronado por un diamante negro, diamante sesgo y ante el brillo y la tentación, di media vuelta, y descendí las escaleras hacia el tranvía, descalza, aún escondiendo los pies debajo de lo vestigios que quedan de mis sombras.
Norelis Angélica
martes, 4 de diciembre de 2007
El camino [capitulo uno]
—¿Qué buscas?—le preguntó el Cáncer a Immanuel, luego de haberlo perseguido a través de océanos, mares, archipiélagos y penínsulas olvidadas.
Immanuel levantó su mirada apejuelada hacia la masa deforme e hizo un movimiento brusco con su quijada:—A ti—susurró.
—¿Cuándo me dejarás en paz?
—Cuándo me digas de dónde vienes—le contestó, se acomodó la montura plateada en el puente de su nariz y se levantó, tan lento como se lo permitió su cuerpo, apestoso a radiación. El Cáncer, detrás de él, lanzó su mirada a través del pequeño vidrio cuadrado y se deshizo en muerte.
lunes, 3 de diciembre de 2007
el arte de observar. 1
“Supo desde entonces que las miradas son
como una carga que te aplasta por el suelo, o como besos
que te absorben la fuerza; que las arrugas que surcan el rostro
han sido grabadas por el estilete de las miradas.”
- Milan Kundera
Te miro desde donde siempre. La periferia. Te miro desde donde siempre. La periferia.
Mis ojos, que son manos: te atrapan, te acarician, te conocen. No te dejan salir. Mis ojos, que son boca: te devoran, te comen, te recorren. No te dejan vivir.
Yo soy la luna y en mis pétalos te bañas.
Yo soy la luna y te embriagas adentro. En mí.
Te miro desde donde siempre. La periferia. Te miro desde donde siempre. Desde mí.
Silencio familiar
-a papi
Esta risa inquietante de ecos
que se acumulan rotos en una sala deshabitada.
Aquel hábito del ruido perdido
que evadía la cena con payasadas.
Encerrarme en mi cuarto,
despintarme la cara,
estibar cada plato en la puerta,
casi como carcajadas.
Exijan en mi ausencia que recoja el reguero,
que recoja los pedazos de dientes,
el dolor de barriga.
Todos nos reímos ahora que quedaron
tantas sillas disponibles en la mesa.
Esta familia, ya no toca a mi puerta,
ya no guarda la llave.
Solo a ratos admito aguardo el hambre de aquellas tardes,
en que sonreía a la menor provocación.
Que esperaba aquel plato vacio,
para llenarlo de bromas.
En este lado de la bruma,
No se quien se ha escondido en que lado de la casa.
domingo, 2 de diciembre de 2007
Terminal 4
adiós Madrid
Aterrizar en otro cuerpo.
A la hora mas desolada,
a esta idea que lo que soy.
Esta nada de piel sonámbula.
Despertar a la espera de otra escala,
aguardando de cualquier boca una sonrisa.
Enredada aun en aquella sabana,
en aquella ciudad,
sin ningún clima mas que el letargo.
Guardando a mis espaldas tantos mitos,
tantas corridas sin fe.
Mentiras tontas pero mías.
Recorrí el recuerdo de aquel hogar al que volvía,
aquel antes del retorno.
Todo listo para abordar mi destino.
Aquel momento, aquel yo,
me quedaban pocas horas.
Ando de mi en mi, pero de visita,
tratando de olvidar aquella forma que invadiera alguna vez.
Pero no me quedan ventanas,
ni entre los dedos y las piernas paisajes de lo que fui.
Ni nombres, ni libros de cuentos regados.
El terminal vacio,
hoy cada palabra se queda soñando conmigo.
¿Quién llegara a casa en mi reflejo,
cuando volveré a verme?
La cama en mis brazos me susurraba al oído,
mientras me despegaba
rogándome que no me levante.
Llueve Sangre Azul
No puedo evitar mirar por la ventana de mi cuarto: la lluvia que azota un césped bien cuidado—que no es más que un espejo de la clase social que he heredado; las tribus de aves negras que buscan algún sustento en el suelo—del mismo modo que busco corazones frescos en las masas de seres humanos automatizados; el gran vacío del espacio mal distribuido.
Suena el teléfono. La guardia pregunta si deseo dejar pasar a mi propia hermana. Observo mis pertenencias, las marcas, las piezas brillantes—no puedo negarle nada a nadie, ni escapar el placer de poder invertir.
Intento mantener la brisa al otro lado de la pared, pero se filtra, se filtra siempre a traición y termino enjugada en esta mugre de acceso controlado.
¿Qué hago para rechazarlo todo? ¿Cortarme las venas y dejar que mi sangre azul escape? ¿Echar a perder todos esos privilegios que le nacen a uno por haber nacido de una familia bien acomodada?
Miro mi reflexión y la insulto: burguesita de mierda.
¿Qué me queda más que aceptar mi realidad?
Estoy atrapada en una cárcel dorada.
La lluvia sigue cayendo.
el recuerdo
a ti, que ya no estás
Te recuerdo,
y te siento
pasar tus manos
por mi espalda,
enrollando mi cabello
entre tus dedos.
Aún siento
ese dulce néctar
de tu boca, en la mía.
Soy otra,
siendo yo misma,
soy el viento
de aquella
fría mañana
¿la recuerdas?.
Soy las caricias
eternas que aún
llevo grabadas
en mi cuerpo.
Soy el tiempo
el que sin tí
se hace eterno.
A la deriva
ni esta manía de atmosfera liviana.
Tu partida deja el cielo abierto,
la luna en tu reflejo sin gravedad.
Te vas y sigues la deriva eterna del tiempo.
En la oscuridad de este pecho,
el camino de estrellas que es mi piel amanece,
como el recuerdo fugaz de aquel espacio,
aquel frio que dejaste.
A Room of My Own, una bienvenida
Cuanto tenía doce años, Angélica, mi madre, me regaló un diario en el que me dijo que debería escribir todo lo que me sucediese para que jamás olvidara el más mínimo detalle. Ella, doctora de toda la vida, me enseñó a escribir, a leer y a pensar; y a ella le debo todo. Eso, tal vez, fue el principio.